LA BATALLA DE CHAPULTEPEC UNA HISTORIA ENMARAÑADA DONDE SE MEZCLAN MITO Y REALIDAD

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Batalla de Chapultepec, autor Carl Nebel

Por Letra Capitular

Nueva York, NY.- En el marco de la invasión estadounidense a México, hace 175 años, tuvo lugar a las puertas de la ciudad de los palacios la Batalla de Chapultepec, el 13 de septiembre de 1847. En el fragor del combate, el lábaro que ondeó sobre el Castillo fue capturado por el ejército invasor; sin embargo, regresó a México 100 años después. Aquí es donde comienzan a mezclarse el mito y la realidad.

UNA HISTORIA OFICIAL

Sin lugar a dudas, el mayor mito que rodea a los “niños héroes”, es decir, a los cadetes del Colegio Militar, entonces instalado en el Castillo de Chapultepec, es la escena en la que Juan Escutia -uno de los seis niños-, tomó la bandera nacional y decidió arrojarse desde lo alto del Castillo, antes de verla mancillada por los invasores.

Hoy en día la mayoría de los investigadores serios coinciden en que el relato de Juan Escutia pertenece más al terreno de la ficción. Se dice mucho que los “niños héroes”, ni eran niños ni eran héroes, pero esta es una verdad a medias; toda vez que, en septiembre de 1847, Francisco Márquez y Vicente Suárez tenían 14 años, Agustín Melgar y Fernando Montes de Oca, 18; Juan de la Barrera 19 y Juan Escutia 20.

Sin embargo, no queda lugar a dudas que sí fueron héroes por haber tomado las armas para defender el sitio de Chapultepec. Actualmente sabemos que los seis cadetes que cayeron combatiendo no fueron los únicos que tomaron las armas para defender la patria. Había otros, en particular uno que resultó herido y logró sobrevivir: Miguel Miramón, pero su historia es punto y aparte.

LAS RAZONES POLÍTICAS

Durante el mandato del presidente Miguel Alemán Valdés la historia de los “niños héroes” se convirtió en un “cantar de gesta” avalado por las instituciones oficiales y los historiadores. Existe un por qué, y se trata de la visita oficial que realizó el presidente estadounidense Harry S. Truman en 1947 a la ciudad de México en el marco del centenario de la guerra méxico-americana.

El mandatario norteamericano colocó una ofrenda floral en el monumento a los “niños héroes” y expresó: “un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”. La frase desató el repudio a tal grado que, esa misma noche los cadetes del Colegio Militar retiraron la ofrenda del monumento y la arrojaron a la embajada estadounidense.

Para calmar los ánimos, poco después de la visita de Truman, se desplegó -a tambor batiente- la noticia de que al pie del cerro de Chapultepec se encontraron seis calaveras, que se dijo, pertenecían a los “niños héroes”. Y así se enseñó la historia: incuestionable y manipulada, negándole su lugar a otros personajes: a los verdaderos héroes. Nació el mito.

UN BOTÍN DE GUERRA

En el caso de la bandera de Chapultepec, contrario a la leyenda, existen elementos históricamente verificables de que el pabellón mexicano ondeó sobre el edificio del Colegio Militar durante la batalla del 13 de septiembre de 1847, así como registros fidedignos de que esa insignia cayó en poder de los invasores.

El primer oficial estadounidense que llegó al torreón del castillo donde se izaba la bandera fue el mayor Thomas Seymour del 9º regimiento de infantería. El general Gideon Pillow comandante de las tropas de asalto que fue herido en una pierna y llevado hasta el castillo en una manta cargada por cuatro soldados, afirmó que al entrar al recinto fue testigo del momento en que la bandera mexicana era bajada de su asta y entregada por el mayor Seymour al general George Cadwalader.

Al término de la guerra el presidente estadounidense James Polk emitió una orden ejecutiva en 1848, para que todas las banderas y artículos capturados al ejército mexicano durante el conflicto fueran enviados a West Point y fueran catalogados como “trofeos de guerra”.

El 13 de septiembre de 1950 los pendones fueron entregados a las autoridades mexicanas en una emotiva ceremonia en el bosque de Chapultepec. El presidente Miguel Alemán Valdés recibió de manos del general Wade Haislip, subjefe del Estado Mayor del ejército de los Estados Unidos y enviado especial del presidente Truman las primeras insignias.

En ese momento el embajador estadounidense Walter Thurston expresó: “Señor presidente, mi país devuelve las banderas que ha tenido el honor de custodiar” y acto seguido las banderas fueron entregadas por cadetes estadounidenses a sus contrapartes mexicanos.

Las banderas, consideradas verdaderas reliquias nacionales y símbolos de la defensa de la patria, se resguardan en el Museo Nacional de Historia que está instalado en el Castillo de Chapultepec.

Visita oficial del presidente estadounidense Harry Truman a México, lo acompaña su homólogo mexicano, Miguel Alemán (imagen cortesía)
Ofrenda floral depositada por mandatario estadounidense Harry Truman en el antiguo monumento a los Niños Héroes en 1947
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