Por Javier Gochis
Jersey City, NJ.- La guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848) fue un acontecimiento crucial para la formación de ambas naciones. Cuando el presidente James K. Polk (1795-1849) recibió la noticia sobre la caída del puerto de Veracruz, en marzo de 1847, mandó a Nicholas P. Trist (1800-1874) como comisionado de paz para negociar con el gobierno mexicano.
Las amplias facultades e instrucciones precisas de Trist abarcaban diversas alternativas de absorción de territorio y compensaciones que llegaban hasta 30 millones de pesos. El tránsito perpetuo por el Istmo de Tehuantepec y la cesión de Baja California estaban incluidos, pero no eran condiciones necesarias como sí lo eran la adquisición de la Alta California y Nuevo México.
El propio Polk admitía que cualquier cantidad sería menor que el costo de otro año de guerra. Después de varias reuniones entre Tris y los comisionados mexicanos, Bernardo Couto, Luis G. Cuevas y Luis Atristáin, el tratado se firmó el 2 de febrero de 1848 en la Villa de Guadalupe.
Trist envió el tratado a Polk, mientras en México una convención constituida por dos mexicanos y dos norteamericanos acordaba el cese de hostilidades. El tratado llegó a Washington y Polk no ocultó su desilusión, deseaba la Baja California, el tránsito por Tehuantepec y el puerto de Tampico, además de disminuir la indemnización: quería la absorción de todo México.
Finalmente el tratado se ratificó el 30 de mayo de 1848, fecha a partir de la cual el ejército estadounidense empezó a desocupar el territorio que aún le quedaba a México.
El impacto de la guerra…
Numerosos norteamericanos prominentes manifestaron su oposición a lo que se llegó a conocer como La Guerra del Señor Polk. Algunos cuestionaron la justificación de la guerra, y otros el impacto que tendría tanto en la sociedad como en el gobierno de los Estados Unidos.
La preocupación fundamental de los opositores era que la guerra contra México y los objetivos de expansión territorial de Polk condujeran a la desintegración de la Unión Americana. Y tenían razón: la guerra contra México dotó a los Estados Unidos de una grande y valiosa porción de territorio, pero también dejó secuelas de tensiones regionales que con el tiempo alterarían los antiguos lazos de unión entre los estados.
Entre los opositores a la guerra contra México, además de Abraham Lincoln, que denunció la ilegalidad de la guerra, destacan escritores como Henry David Thoreau (1817-1862), que en su ensayo “Sobre la desobediencia civil”, propuso a la sociedad que manifestara resistencia civil contra una contienda injusta.
Henry Clay (1777-1852), diputado federal, senador, secretario de estado y candidato a la presidencia de los Estados Unidos en dos ocasiones, advirtió que la guerra contra México y la manera en que Polk la había conducido era un peligroso precedente de abuso de autoridad presidencial y manipulación del poder legislativo y por tanto, de subversión del orden constitucional, cimiento de la nación norteamericana. La guerra lo afectó de manera personal, pues en ella cayó uno de sus hijos.
La guerra en números…
Se calcula que el ejército norteamericano llegó a contar con unos 48,000 soldados efectivos durante la guerra contra México. Durante la contienda sufrió 22 mil 259 bajas: 1, 548 cayeron en combate, 10, 970 murieron por enfermedades y lesiones diversas y 9, 749 fueron separados del ejército debido a mutilaciones, heridas, enfermedades y lesiones; además, desertaron unos 3,000 soldados.
En 1851, el gobierno norteamericano compró una parcela en la ciudad de México, cerca de la garita de San Cosme lugar de las últimas luchas, con el fin de sepultar en una fosa común los restos de 750 soldados caídos durante la toma y la ocupación de la ciudad de México. En este cementerio yacen otras 813 personas, en su mayoría veteranos de guerra y sus descendientes.
¿Por qué honrar a los invasores?
Los estadounidenses comenzaron a conmemorar el Día de los Caídos después de la Guerra Civil como una forma de honrar a quienes murieron mientras servían en el ejército de los Estados Unidos. Muchos estadounidenses celebran el Día de los Caídos visitando cementerios y memoriales, y participando en desfiles u otras actividades alusivas.
Sin embargo, años más tarde la conmemoración del Día de los Caídos se abrió a los soldados que habían participado en otras campañas, no exclusivamente la Guerra Civil. La postal ilustrada muestra una procesión de soldados que sostienen la bandera estadounidense con uniformes de la Guerra Civil, la Guerra Hispanoamericana y otros enfrentamientos. El texto dice “Día de los Caídos 30 de mayo de 1917/Honrar a los valientes/ En memoria de los soldados estadounidenses de las guerras de 1775-1783, 1812-1814, 1846-1847, 1861-1865, 1898.